Desde las primeras estructuras de hormigón armado que se hicieron casi al terminar el año de 1956, como constancia de que su existencia sería un hecho, su historia concreta y de concreto, estaría ligada a las importantes construcciones de uno de los más connotados artistas internacionales de la arquitectura moderna: Oscar Niemeyer. Ambos, Brasilia y Niemeyer, son símbolos de osadía creativa de ese verde infinito que es Brasil.
Sin embargo, la concepción de construcción planificada de una gran ciudad contó con dos impulsadores que merecen su reconocimiento: Lucio Costa y el presidente de entonces, Juscelino Kubitschek. El primero, arquitecto y urbanista, realizó el Plan Piloto de Brasilia con su diseño urbano, convirtiéndose también en uno de los pioneros de la arquitectura moderna del país. El segundo, Kubitschek, lo asumió como un proyecto político de su gobierno (1956-1961), dentro del Plan de Desarrollo Nacional, para hacer finalmente de la nueva capital una realidad. Y como todo proyecto político, urbanístico y arquitectónico, no estuvo exento del debate entre detractores y admiradores, pero el resultado incuestionable con sus falencias y aciertos, ha hecho de Brasilia una de las pocas ciudades preconcebidas del mundo contemporáneo, con un valor universal avalado por la declaración de la Unesco en 1987, como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad.
ARQUITECTURA, CURVA Y POESÍA
Cuántas cosas no se podrían decir de Oscar Niemeyer, y tal vez todas ya se han dicho sobre el ingenio e innovación de sus obras en la longevidad de sus 104 años (1907-2012). Influenciado por uno de los grandes exponentes de la arquitectura del siglo XX, Le Corbusier, este latinoamericano hizo sus grandes contribuciones nutridas también por el entorno curvilíneo de la geografía brasileña, como él mismo lo manifestó varias veces. Además, su espíritu poético unido a su estética, son parte de la esencia de sus formas arquitectónicas, pues sus diseños se inspiraban tanto en el paisaje natural como en las curvas sensuales de las mujeres de su natal Río de Janeiro.
Desde la arquitectura marcó una nueva tendencia del Brasil que se vislumbraría a mediados del siglo XX, así como lo señala para Puntual Uno, el periodista brasileño Flavio Ribeiro de Castro: “Oscar Niemeyer representó, junto con otras personalidades, el surgimiento de la modernidad en Brasil. Sus obras pusieron al país en la vanguardia de la arquitectura, y simbolizaban una nación que dejaba atrás su historia rural y agraria, y se volvía urbana. Es importante recordar que los años cincuenta cuando empezó la construcción de su obra más emblemática, fue un período de mucho optimismo, crecimiento e industrialización en Brasil”.
UNA CIUDAD CON ALAS
Desde su origen, Brasilia es sinónimo de singularidad, y una de sus características es el diseño urbano con forma de avión o ave, aunque la idea inicial de Lucio Costa era la de una cruz. Aún así, a una ciudad pensada con antelación, la imagen de unas alas refleja fielmente ese deseo de elevarse como una obra de identidad, unidad y autonomía para Brasil; lo que a su vez, es parte del sentido arquitectónico que dejó Niemeyer en la joven capital.
Cada uno de los principales edificios públicos de Brasilia que delineó, tiene esa libre plasticidad: Las semiesferas del Congreso, los Palacios de Planalto y de la Alborada, sede del Gobierno y residencia del Presidente, respectivamente, con grandes ventanales, columnas y líneas curvas. La Catedral, abstracta y nada convencional, se levanta como unas manos en dirección al cielo, y el famoso Palacio de Itamaraty o Ministerio de Relaciones Exteriores, constituyen tan sólo algunas de sus esculturas habitables.
El conjunto de las estructuras de Niemeyer, sumado al urbanismo, producen en el visitante de Brasilia un impacto permanente, como lo confirma Ribeiro de Castro: “Brasilia representó el sueño de una ciudad planificada y con alta calidad de vida. Más allá de los monumentos, que son impresionantes, reflejaba la creencia en el poder de la planificación. Lo que se llama el Plano Piloto, por lo tanto, es muy agradable, organizada y llena de espacios verdes. Pero la realidad de las llamadas ciudades satélites es bastante distinta, sin la planificación del Plano Piloto”. Brasilia, Niemeyer, como sus demás artífices, han dejado al mundo, y especialmente a Latinoamérica, un ejemplo de capacidad de realización de grandes y audaces creaciones que se promueven desde la arquitectura, una serie de significados que penetran la forma de pensarse como organización social, de convertirse así mismos en un proyecto aplicable a la realidad. Y eso es parte del gran valor de su original herencia.
Por: Patricia Serrano Lobos
Fotos: © snaptitude © Paulo Neres © Marc Rigaud